Historias que merecen ser contadas. Hoy: Edith (fragmentos)
Es la historia de dos que se buscaban a sí mismos: la Montaña y la Piedrita (éstos eran sus seudónimos).
La Montaña, alta, firme, imponente, protectora. En parte de piedra y en parte de tierra; por eso a veces se la veía verde en todo su esplendor, y otras, envejecida por el inevitable paso del clima.
Parece que un día la Piedrita, que andaba rodando por la vida buscándose a sí misma, se encontró con la Montaña.
La Piedrita era chiquita, tosca, rústica y por momentos pasaba inadvertida, generalmente para los que no saben apreciar lo mínimo de la naturaleza. Pero ella también era divertida, compradora…
Cuando la Montaña y la Piedrita se encontraron realmente vivieron muchas experiencias inolvidables. En fin, ¿quién en medio de tan hermoso paisaje iba a imaginarse el lazo de amistad y amor que unía a estos dos; que la imponente Montaña y una simple Piedrita, se unieran para ser una?
Podríamos decir que toda la naturaleza estaba en desacuerdo, bueno casi toda, en realidad sólo la humana.
Lo cierto es que en el Valle de Traslasierra, algo conmovía a más de uno, y también originaba controversias escondidas, ciertas polémicas, revelaciones ante la audacia… ¿Ante la imprudencia? ¿Ante el coraje?
Un día la Montaña, después de mucho pensar y analizar, necesitó tomar distancia de ese paisaje. Todo fue por culpa de esa Piedrita… ¡la piedra del escándalo!
¿Qué sucedía? ¿Ése no era el paisaje al que pertenecía la Montaña? ¿Era otro su lugar? ¿O la Piedrita la confundió, la sedujo, la cautivó y la Montaña enloqueció?
Algo de eso había; la Piedrita despertó en la Montaña su necesidad de ser, de vivir conforme a lo que su corazón sentía, la hizo latir, descubrirse, confundirse, temer, dudar, asustarse, reencontrarse, animarse y tomar coraje. ¿Para qué? Para volver a su paisaje después de reconocerse y aceptarse, porque ya no podía volver atrás, habiendo tenido la posibilidad de descubrir el camino hacia su propia cima.
No sería fácil; después de nueve años: retornar, encontrar un lugar, hacerse de un lugar, respetar y hacerse respetar, con humildad y sencillez, con simpleza y naturalidad, con verdad, sin nada que esconder.
En todo este tiempo fueron muy felices, anduvieron mucho, caminaron tanto, sufrieron, lloraron, celebraron, tuvieron miedo, se sintieron solos, acompañados, agradecieron, extrañaron, añoraron, esperaron, se prepararon, crecieron, tanto que ahora son mucho más que dos.
En su recorrido conocieron a otras montañas y a otras piedritas, conocieron otros paisajes lo que les permitió confirmarse que aquel que tuvieron que dejar era el suyo.
Este es el regalo que la vida le hizo a una romántica sin cura…
Por eso estuvimos en el Sur.
Hubo que tomar distancia, para discernir, para ver y para crecer.