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DOS MIL ONCE

Este año que termina no fue para nada intrascendente. Nuestra historia, la individual, la más íntima, y la historia que venimos escribiendo juntos, tiene al 2011 destacado como el más importante de nuestras vidas.
De principio a fin el 2011 trajo de todo. Y todo lo que trajo nos enseñó muchas cosas.
UNO. Que no se trata de no perder. Se trata de ganar más de lo que se pierde.
DOS. Que es imposible no equivocarse. El mérito está en admitir los errores, corregirlos y avanzar.
TRES. Que nadie puede sostener una mentira hasta el infinito. Tarde o temprano se cae el telón.
CUATRO. Que se necesitan dos para bailar el tango. Y que para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos.
CINCO. Que muchas ventanas se cierran para que se abran puertas nuevas.
SEIS. Que la clave está en ser mejores personas cada día. Aunque no nos salga; al menos intentarlo. De tanto empeño algo bueno tiene que salir.
SIETE. Que no se puede soltar maldiciones al universo. Todo vuelve.
OCHO. Que sí se puede repartir bendiciones. Todo vuelve.
NUEVE. Que con pasión, esfuerzo, sacrificio y mucha, pero mucha honestidad, el éxito no te puede esquivar demasiado tiempo. Aunque tarde, un día llega.
DIEZ. Que casi nunca los mejores tesoros se encuentran en los atajos. Hay que transitar el camino estrecho.
Esta especie de decálogo que casi sin querer acabo de improvisar, es a la vez el manifiesto de lo que queremos para nosotros.
Ahora sí, resumo un poco los momentos cumbre del año. Nos estafaron (en grande), al mismo tiempo en que Dios nos bendecía con el milagro de la vida. Inauguramos nuestra (primera) boutique. Sumamos, restamos, multiplicamos y dividimos colaboradores y apoyos. Superamos en un 50% nuestras metas comerciales. Avanzamos y retrocedimos. Nos agazapamos. Volvimos a empezar. Respiramos profundo.
Y recibimos el mejor regalo: ¡nos convertimos en papás! El 16 de septiembre, 2 semanas antes de lo previsto, Alvarito se infiltró en nuestras vidas, y día a día nos enseña a que lo dejemos ocupar su espacio. Nada de lo que pueda decir sobre este tema va a ser interesante. Porque ya fue dicho antes, y porque es un cliché. De los válidos, pero cliché al fin.

Es mi más profundo deseo que el 2012 nos encuentre a todos descubriendo la manera de ser felices. Porque la felicidad no se le niega a nadie. Y porque siendo todos felices vamos a ser capaces de mejorar la forma en que nos tratamos los unos a los otros.
Me despido con esta maravillosa cita de Mark Twain: “Let us live so that when we come to die even the undertaker will be sorry”.

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Sobre heroínas urbanas e historias máximas

Una de las características que nos distingue a las mujeres es nuestra exquisita sensibilidad para percibir nuestro cosmos único e individual. Nuestras emociones nunca están separadas de nuestras sensaciones físicas.

A lo largo de nuestras vidas, la mayoría de nosotras queremos hacernos cargo de resolver todos los problemas de este mundo. Desde lo micro individual (alguien cercano que tiene dolor de cabeza) hasta los problemas más complejos de la historia de la humanidad.

Escribo estas líneas porque a veces determinados hechos fortuitos se convierten en afortunados. Hay una palabra que describe este fenómeno, y como suele suceder en estos casos aún no encuentra su vocablo en la lengua española: serendipity. A ver, hagamos el intento. Si voy a cualquier diccionario inglés- español, me encuentro que serendipity es algo así como “descubrir algo por casualidad”. Mmmmm, no me alcanza. Hoy quiero hablar de algo más profundo. Sigo buscando: “coincidencia”… No, todavía no. “Fortuna”… más o menos. “Suerte”… lejos, lejos.

¡Eureka! Miren lo que encontré: “Descubrimiento fortuito de algo muy bello”. ¡Claro que sí! Esto es lo que ando buscando. De este fenómeno quiero hablarles hoy.

Cuántas veces en nuestras vidas nos cruzamos con personas a las que no prestamos atención, cuántas veces no dedicamos un segundo de nuestras horas imposibles a tratar de entender lo que está en el corazoncito de un rostro preocupado. Cuántas veces nos propusimos y nos prometimos cambiar esa actitud de indiferencia.

Hoy me contaron una historia bellísima, que por respeto a la protagonista no voy a relatar (y además porque tengo miedo de ser políticamente incorrecta en mi relato). Pero lo que sí voy a hacer es intentar transmitir en palabras todas las sensaciones que inundaron mi existencia.

Se trata de mujeres que piensan en mujeres, pero fundamentalmente se trata de mujeres que no tienen registro de su propia adversidad y se abren paso en este mundo pese a todo y a todos.

Se trata de una mujer en particular que atravesó una multitud y sin saber siquiera cuál es el nombre técnico para lo que hizo, elaboró rápidamente un “elevator’s pitch” frente a una persona que podía cambiar su porvenir. Pero se trata también de la mujer que por invitación del increpado le dio la oportunidad de oro que necesitaba. De hecho esta última es la que hoy me contó la historia completa.

Y finalmente, y acá es en donde entro yo por serendipia (¿puedo inventar esta palabra?) termino años más tarde cruzándome a esta gran mujer en la peluquería. Qué se yo por qué entré en la conversación, pero resulta que esta persona maravillosa me dice que hace rato que quería hablar conmigo (what?) y que agradecía que justo en ese momento yo estuviera ahí, porque se pudo ahorrar toda una cadena de contactos que tenía que tocar para llegar a mí. Please! ¿Quién soy yo? En el momento morí de vergüenza frente a las demás tipas que me miraban como para pedirme un autógrafo, porque no sabían si se perdían de conocer a alguna personalidad mediática.

Y hoy de casualidad me vengo a enterar de la historia completa: harta de estar en su zona de confort, cansada de trabajar en una gran institución que en muchos aspectos es como la panza de mamá, la heroína en cuestión está buscando abrirse un rumbo nuevo y se dedica a pensar su emprendimiento propio.

La razón por la que quería hablar conmigo es por mi experiencia emprendedora, que parece que se está transformando en una leyenda urbana en el mundo profesional al que pertenezco. Está bien, si puedo ayudar a que más y más personas se inspiren y puedan transformar sus realidades, me hago cargo. Pero no se trata de mí, que quede claro. Se trata del inmenso esfuerzo que hay que invertir para transformar las experiencias negativas en experiencias de vida.

Y la razón por la que me conmovió tanto esta historia, es justamente porque en este preciso momento, lo único malo que ella quiere transformar es la comodidad que pudo alcanzar gracias a aquel “elevator’s pitch” elaborado serendípicamente (otra vez yo inventando palabras) hace muchos años.

Que la vida jamás deje de premiar el mérito de quienes se rompen el alma para transformar sus realidades. Y que no se nos olvide.

Me despido con esta simple frase de un poema increíble de John Donne: “No man is an island, entire of itself”.

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